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17 de enero de 2023

Josefina Salazar, cien lúcidos años de historia porteña

Aunque estudió cocina y costura en una escuela de oficios y se dedicó a criar a su hija Rosemary, a los 50 descubrió su pasión por los rastros del pasado y se dedicó a investigar la vida cotidiana de los porteños de antaño. Todavía investiga y participa de charlas. 

Por Eva Marabotto 17-01-2023 | 18:20

Josefina Salazar y sus juveniles 100 años.

Nació en 1922 cuando el Palacio Barolo aún estaba en construcción y el Teatro Cervantes era una novedad para los porteños. Claro que María Josefina Salazar, un siglo más tarde, continúa participando de tertulias sobre la historia de la ciudad de Buenos Aires y trabaja en una investigación sobre la evolución del habla en Aragón, región española de donde vinieron sus ancestros.

Cumplió 100 años el 4 de octubre y desde entonces se sucedieron los festejos tanto en familia como en las instituciones de investigación histórica que integra desde hace 50 años, cuando descubrió su pasión por la historia de la ciudad. “Yo no estudié historia, pero me entusiasmé con el tema después de una conferencia a la que asistí que daba el doctor Eduardo Favier Dubois. De allí surgió la Junta Promotora de los barrios del Oeste”, le cuenta a Télam en la casa de la calle Bonifacio en Floresta en la que vive desde la época en que Marcelo T. de Alvear era el presidente de los argentinos.

Salazar cuenta que el ser alumna del gran abogado e historiador, que fue vicepresidente de la Academia Argentina de Historia, le facilitó los primeros pasos en la investigación sobre el pasado local. “Yo era y soy muy curiosa. Siempre me interesó investigar y difundir la vida de mis bisabuelos y mis ancestros”.

Uno de los festejos en la "Tertulia los Hacedores", de la cual es madrina.

A tono con las costumbres de su época, Josefina se dedicó a los quehaceres domésticos y al cuidado y crianza de su única hija Rosmary. Había estudiado en una Escuela de Artes y Oficios, donde se enseñaba corte y confección, bordado, cocina y dibujo.

De su infancia, recuerda que en la otra cuadra de su casa había un colegio que no tenía nombre. “Lo llamaban la Escuela del Aromo porque tenía dos árboles de esa especie en la vereda. En primavera se cubrían de florcitas amarillas. Ahora se llama Fragata Libertad, para la imposición del nombre vinieron los marineros del buque escuela y revolucionaron el barrio... Pero yo me acuerdo de que nació en una sola habitación de una casa particular que quedaba sobre la calle Baradero”, relata y se asombra de que en aquel curso de primero inferior se estudiaba que la República Argentina tenía 14 provincias, diez gobernaciones y un distrito federal.



De la vida cotidiana en su primera década de vida la historiadora rescata oficios y costumbres que han quedado en el olvido: “Venía el lechero con un carro que tenía los tarros de leche. Pero antes de eso, pasaba un hombre caminando con dos vacas y las ordeñaba en la vereda con un jarro y traspasaba a una olla que le daban en cada casa para que dejase la leche”. 

En diciembre aparecía el “pavero”: “Llegaba desde Parque Avellaneda donde criaba los pavos. Traía un guinche con los animales colgados para que uno eligiese el que quería para cocinar”. De aquellos tiempos más seguros en los que los chicos jugaban en la vereda, Salazar evoca al cuidador de la manzana: “Era un particular, no un policía,  y recorría el barrio a caballo . Después empezó a recorrerlo caminando, luego en bicicleta y al fin fue reemplazado por un patrullero de la policía”.



Una de las distinciones alcanzasas por su labor en el campo de la historia.
De aquellos recuerdos y algunas costumbres de la vida cotidiana de su infancia Salazar gestó “Historia Viva” y “De mantillas y crespones”, dos charlas con las que durante años recorrió escuelas, centros culturales e instituciones llevando viejos tesoros familiares.

“Llevaba llaves trabajadas, como la que abre la puerta del Cabildo y se puede ver en el museo que alberga, y otros recuerdos, incluso traídos por mis abuelos desde Aragón, entre ellos un arcón de tapa curva que era una antigua valija de viaje y un puchero, que era el recipiente en el que se cocinaba y luego le dio el nombre a una comida”, apunta y aclara que cuando era niña las hornallas estaban en el piso y se llamaban “hogarín”; pobres y ricos cocinaban de esa manera.

De hecho, durante sus viajes,  conoció una instalación de ese tipo en el palacio de Enrique VIII en Inglaterra.

La vecina que integró 18 juntas históricas porteñas -entre ellas la Junta promotora de los barrios del Oeste y el Instituto Histórico Santiago de Liniers y colaboró 12 años en la  hemeroteca de la biblioteca de la Junta Central de Estudios Históricos de Barrios de la Ciudad de Buenos Aires- no parece dispuesta a detener la actividad que le valió la mención como Historiadora Porteña 2016 y el Premio Diego del Pino. Asidua concurrente de charlas y tertulias, trabaja en una investigación sobre el dialecto de sus ancestros para el Centro Aragonés de Buenos Aires.

“Está transitando sus cien años sin asumir la edad cronológica ya que mantiene intacta la misma curiosidad, el mismo interés y la mism pasión que la llevaron a emprender ese camino de casi cincuenta años con la historia de los barrios porteños”, reflexiona su hija Rosemary.

Por su parte Ezequiel Guerrero, de la Tertulia Los Hacedores que tiene a Salazar por madrina recuerda: “En 2019 le conté mi idea de hacer tertulias de historia y ella nos bautizó Los Hacedores porque cada uno en su rama del arte, la música o la historia hace algo para rescatar el pasado. Por eso es nuestra protectora”.

“Empezamos a reunirnos un sábado por mes y Josefina siempre estaba presente con algunos de sus temas de investigación. Uno de sus favoritos era el lenguaje del abanico. Tenía 97 años y nos asombraba a todos parada en una reunión con un abanico en la mano. Con la pandemia nos convertimos en un programa de radio on line pero ella siempre se las ingenia para participar”, cuenta el historiador y bibliotecario, organizador de uno de los festejos de cumpleaños de la vecina porteña que se resiste a dejar de contarnos nuestra historia.

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