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19 de marzo de 2020

El futuro de la pandemia La curva del coronavirus en la Argentina: confirman el pico para fines de abril y explican cómo se comportaría el virus

Un matemático y un virólogo aclaran cómo podrían ser los próximos días y por qué se vería un pico en aproximadamente un mes.

Matemática y biología, dos disciplinas que muchos habrán odiado toda su vida, son ahora perlas preciadas para comprender el comportamiento del coronavirus. De hecho, este jueves aclaran un poco por qué el ministro de Salud porteño, Fernán Quirós, afirmó en una conferencia de prensa que esperan para fines de abril y principios de mayo el pico máximo de diseminación del COVID-19.

   

Abril y mayo tendrán el pico máximo y luego irá descendiendo. La curva dependerá de las medidas tomadas y del comportamiento social”, fueron las palabras de Quirós. Ahora bien, ¿qué es exactamente “la curva” y por qué podría adoptar distintas formas?

 

Luego de que el presidente Alberto Fernández​ mencionara esa cuestión en la conferencia de prensa que ofreció el domingo, los conceptos “crecimiento exponencial” y “amesetamiento” se utilizan con cierta liviandad. Algunos incluso se apoyan en que como el promedio de casos nuevos diarios en el país es sólo 11 y se resalta con optimismo el ritmo parsimonioso de contagios y muertes, la Argentina estaría, de hecho, gozando de una curva "amesatada”.

El modelo de crecimiento del coronavirus sin tomar ningún tipo de medida es claramente geométrico (o exponencial), dado que cada persona puede infectar a entre 2 y 2,5 personas. O sea que cada dos personas infectadas se contagian 5, y así sucesivamente. El tema es que, mal que nos pese, el ritmo de contagios en la Argentina sostiene, igualmente, una lógica exponencial.

“Pero como son números enteros y chiquitos no se nota. Sin embargo, si uno dibujara la curva se ve”, explicó Pablo Groisman, matemático e investigador de la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA-Conicet, en alusión a los todavía menos de 100 infectados que hay en el país (al cierre de esta nota).

¿Tiene sentido entrar en pánico frente al término "exponencial"? No, porque, como también aclaró Groisman, “la foto que vemos no es del presente sino que tiene diez a quince días, según los especialistas en la materia. No estamos viendo los infectados de hoy sino los del pasado”. Esto es producto del delay inevitable que impone el tiempo de incubación del coronavirus. Y por eso, cualquier medida para paliar la situación surtirá efecto dentro de unas semanas.

Según el investigador, “si todos los días surgiera el mismo número de nuevos infectados, diríamos que el crecimiento es ‘lineal’, no exponencial. Pero en este contexto es posible estimar que en los próximos días va a haber cada vez más casos. La idea es frenar ese ritmo con las medidas de cuarentena que se están adoptando. O sea que aunque en los próximos días se siga viendo un aumento y éste sea cada vez peor, no hay que asustarse porque las medidas son para ir frenando el ritmo”.

En otras palabras, las medidas apuntan a que en lugar de que cada infectado contagie a 2,3 personas (tomando una cifra aceptada entre los expertos), se disminuya esa constante: "Por ejemplo, si fuera 1,1 personas, sería una situación muy distinta; un crecimiento mucho más lento que llevaría a lo que se llama ‘transición de fase’. Y si cada persona contagiara a entre 0 y 1 persona, estaríamos en el camino de extinguir la epidemia. El crecimiento dejaría de ser exponencial y podría hablarse de un amesetamiento”.

Quizás sirva comparar estas ideas con la inflación: en la Argentina crece siempre, se sabe. Lo deseable (históricamente) es que crezca poco, que aumente lo menos posible. El crecimiento constante pero cada vez menor “ameseta” la curva y estira el aumento -así como sus efectos negativos- a lo largo del tiempo.

Para el control o mitigación del coronavirus esto es clave porque permitiría que el sistema de salud absorbiera los casos severos, sin estallar.

¿Qué pasará al final de esta pesadilla tengamos una u otra curva? “Al final de la historia se enferma la misma cantidad de gente, posiblemente, pero con la curva amesetada quizás tengamos un 0,3% de muertes, mientras que si es exponencial puede oscilar entre 4% y 5%”, explicó Juan Manuel Carballeda, investigador del Conicet en el laboratorio de “Virus emergentes” de la Universidad Nacional de Quilmes.

El virólogo sumó un elemento obstructivo más al problema del delay con el que se ve el estado de la cuestión: el clima.

Se sabe que el otoño y el invierno propician los contagios de enfermedades, dado que la gente pasa más tiempo en espacios cerrados. Pero este problema se potencia con otro, explicó Carballeda, y es que “los virus viven mejor en el frío”. 

Paradójicamente, quizás nunca haya sido tan deseable como ahora que el cambio climático haga una de las suyas y traiga un invierno "amable".

“En el laboratorio guardo los virus que investigo a 80 grados bajo cero y aguantan un par de años. Por suerte se sabe que los coronavirus en particular aguantan menos tiempo cuanto más alta es la temperatura, o sea, reducen su tiempo de vida a la mitad, aproximadamente, pero esto también es variable”, explicó.

El virólogo de todos modos aclaró que este coronavirus en particular no es de los que más resisten en el ambiente: “Cuando sale de la célula que infectaron y gobernaron, estos coronavirus se llevan un trozo de membrana lipídica (grasa) de la célula y la usan como parte de su estructura. Eso los hace más propensos a inactivarse a mayor temperatura. En cambio, los virus ‘desnudos’ aguantan más”.

Así, con temperaturas en descenso y en la carrera por entender una foto a la que le corremos desde atrás, llegamos al pico de fines de abril que anunció Quirós. Todo es cuestión de detener socialmente la inercia del virus. O sea, quedarse todo lo posible en casa.

 

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