Sábado 20 de Diciembre de 2025

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20 de diciembre de 2025

El día que Estudiantes empezó a cambiar su historia al remontar un partido increíble frente a Platense

En 1967 el Pincha ganó el primer título de su historia. En semifinales se cruzó con el Calamar, dando vuelta un resultado que parecía sentenciado

>¿Qué hubiera pasado si? Esa pregunta. La que siempre vuelve. En nuestro día a día y también en el deporte. Por eso la vida y el fútbol tienen tanto que ver, con esos lazos que parecen indestructibles. Muchos casos han ocurrido en el devenir de la número cinco que pusieron el interrogante sobre la mesa. Pocos como el que ocurrió en la fría noche del miércoles 3 de agosto de 1967 en la cancha de Boca, donde comenzó un ciclo brillante que cambió la historia de Estudiantes de la Plata.

Como aquella mañana que citó al plantel, bien temprano en la estación de trenes de Constitución. Les pidió que guardaran silencio y observaran detenidamente a los trabajadores como subían y bajaban de los trenes. De pronto, los reunió y les dijo: “Muchachos, si no quieren estar laburando como esta gente, no sean giles y denme bola, que conmigo van a ganar mucha guita”.

El torneo del ‘65 fue bueno, donde se pusieron los cimientos de una gran obra. El 6° puesto fue visto con satisfacción, por la regularidad y por haber ahuyentado la palabra descenso. La onda positiva se mantuvo una temporada más tarde, porque flotaba la sensación de que el equipo estaba listo para dar el gran salto. En 1967 llegó la reestructuración al fútbol argentino. Por primera vez habría dos torneos. Primero el tradicional Metropolitano, ahora dividido en dos zonas y el Nacional, con cuadros del interior.

El Pincha se entreveró desde el arranque del Metro entre los primeros de su zona. Clasificaban los dos primeros de cada una de las dos que tenía el torneo. El pasaporte a la semifinal lo selló venciendo en el clásico de la última fecha a Gimnasia por 3-0 como local. Un inmenso primer paso ya estaba dado, postergando a Vélez y Boca y avanzando en el segundo puesto, detrás de Racing

En el otro grupo también se destacó un equipo como revelación. Fue Platense, que dirigido por Ángel Labruna, hizo un culto del buen juego en cada cancha. También se clasificó en la jornada final, superando como local a Banfield 3-1, para liderar su zona, quedando Independiente como escolta.

El partido de la Bombonera corrió riesgo de suspenderse por la lluvia caída en las horas previas, pero finalmente se jugó y quedó en la historia. Tuvo todos los ingredientes para ser memorable desde el arranque y hasta la pitada final del excelente árbitro Ángel Coerezza. Dos estilos enfrentados. Platense, con la impronta de Ángel Labruna. Más atildado, de mejor trato de pelota y una enorme voracidad frente al arco rival, al punto que había sido el equipo más goleador de la fase de grupos con 40 tantos. Del otro lado, el Estudiantes con el sello de Zubeldía. Un cuadro rocoso, de dientes apretados, que no regalaba ni un centímetro. Todos en función del resultado. La nota disonante, por talento, la aportaba Juan Ramón Verón en el ataque.

La lluvia nuevamente daba el presente en la cancha de Boca, para darle un barniz aún más dramático a la noche. El Flaco Poletti, camino a ser leyenda en el arco de Estudiantes, se caracterizaba por su personalidad y seguridad. Pero a los 33 minutos falló al querer descolgar un centro y Bulla se quedó con la pelota. Había tres jugadores del Pincha cubriendo la valla. Poco le importó y definió con gran calidad para el 2-1.

Lo que sentía Angelito era lo que flotaba en el aire. Y que se potenció apenas comenzado el complemento, cuando Bulla no perdonó al conectar un centro desde la derecha, estampando el 3-1. Deliraba la gente de Platense en la popular, ya se sentían en su primera final. En su autobiografía “Doctor y campeón”, Carlos Salvador Bilardo recuerda un instante decisivo, donde comenzó a cambiar a la historia: “Con diez futbolistas y el marcador en contra, se produjo una jugada clave que nos devolvió el alma: Pachamé salvó sobre la raya lo que era el cuarto gol de ellos. En ese momento, sentí que no habíamos muerto y que podíamos recuperarnos”.

La sensación que atravesó al doctor se hizo patrimonio de todos sus compañeros. Fueron para adelante con una fe desbordante. A los 8, Juan Ramón Verón se arrojó en palomita y descontó en el arco que da espaldas al Riachuelo. Y seis minutos después, llegó una maniobra inesperada, que sorprendió a todos. Bilardo era un mediocampista de mucha entrega, con marca y enorme sentido de la ubicación. En contadas ocasiones estaba cerca del arco rival. Allí fue en una excursión, con mucho de corazonada. Verón la jugó a Conigliario, quien se la dio a Carlos ingresando al área grande. Hizo un amago como para darle de derecha, la acomodó para la zurda y sacó un tremendo remate que se clavó junto al travesaño.

Los antecedentes no favorecían al doctor… Lo concreto es que el árbitro Coerezza, a escasos metros de la infracción, no dudó en cobrar el penal. Raúl Madero era el encargado de un instante clave, porque a Estudiantes no le servía el empate, ya que Platense había marcado más goles y avanzaba en caso de igualdad. El otro doctor de los Pinchas, lo ejecutó con calidad y puso un 4-3 que diez minutos antes solo entraba en la cabeza de los amantes de la ciencia ficción.

El final fue la locura imaginada. Con los hombres de Estudiantes en un festejo interminable, de cara a su gente. Una épica que era tan solo la antesala de los tiempos por venir. Bilardo contó en su autobiografía: “Después del partido nos enteramos que muchos de nuestros hinchas se habían ido del estadio cuando perdíamos 3-1. y al enterarse por radio que habíamos empatado, volvieron a la tribuna para disfrutar de esa victoria espectacular”

En el cierre, vuelve la pregunta. Pero más amplia que nunca. ¿Qué hubiera pasado si Estudiantes perdía esa noche? ¿Hubiese existido esa mística que lo acompaña hasta nuestros días? Yendo un poco más allá en la conjetura y más acá en el tiempo ¿México ‘86 hubiera sido así, con su épica y gloria infinita de la mano del doctor? Muchos interrogantes para un apasionante juego futbolero. Lo concreto es que aquella noche, Estudiantes dio un paso enorme hacia su refundación. Ya nada fue igual y a partir de allí se hizo amigo íntimo del éxito y amante de las vueltas olímpicas.

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