7 de febrero de 2025
El diario de Yrigoyen: ¿por qué preferimos que nos mientan?

En muchas ocasiones nosotros somos como Yrigoyen. No toleramos lo que el otro tiene para decirnos. Nuestra rigidez, nuestros prejuicios, nuestra arrogancia, hacen imposible incorporar algo distinto de lo que pensamos o creemos
Mentir. Hace más de 2000 años, Confucio decía: “No intentes enseñarle algo a un cerdo; perderás tu tiempo, y conseguirás irritarlo”. Pienso que a veces nuestras relaciones tienen una dinámica parecida. ¿Qué hacer si la otra persona -sea padre, esposa, hijos, amigos- no tolera la información que tengo que compartirle? ¿Pelearnos? ¿O la seductora estrategia de evitarnos un problema? La respuesta es bastante obvia. Las consecuencias, no tanto. El problema de mentir es que corroe el vínculo. En ese momento dejamos de construir intimidad y lo que se empieza a consolidar es una distancia emocional. Con el paso del tiempo quizás se convierta en una distancia insalvable. Destruyó por completo el vínculo. Ya no podemos conversar de nada profundo, solo del clima o de temas irrelevantes. La muerte del vínculo.
Así y todo, lo que pretendo plantear acá es otra cosa. No ser especialistas en detectar las mentiras de los demás. Ni siquiera las nuestras.
Es difícil. Sería injusto.
¿Y vos? ¿Sos consciente de cuántas situaciones vivís, en la que no dejas ningún margen a que la otra persona exprese lo que tiene para compartir?
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