10 de septiembre de 2025
El neurocientífico que estudia cómo el cerebro “se quiebra” frente a la ansiedad y el estrés postraumático

En diálogo con Infobae, el profesor Rony Paz, director del Instituto Azrieli de Ciencias Neuronales y Cerebrales del Instituto Weizmann de Israel, explicó los últimos avances en la investigación de los trastornos vinculados a las emociones. Cuáles son los próximos pasos en el uso de la IA para mejorar los tratamientos
Junto al impulso por desentrañar los enigmas de la mente, al profesor Paz lo guía otra motivación central: descifrar cómo y por qué este sofisticado entramado, en ocasiones, puede quebrarse.
Desde su laboratorio, Paz lidera el trabajo de un equipo que persigue tres grandes pasiones: la indagación básica sobre procesos cerebrales, la búsqueda de aplicaciones clínicas y la convicción de que sólo una mirada multidisciplinaria es capaz de acercarse a los secretos de la mente.
A lo largo de la entrevista, realizada por videollamada entre Miami y Buenos Aires, el profesor Paz profundizó sobre lo que hoy sabemos –y lo mucho que falta por descubrir– acerca de las relaciones entre emociones, memoria, neurociencia e inteligencia artificial.Para Paz, la neurociencia busca dos objetivos centrales: entender el cerebro humano y, al mismo tiempo, ayudar activamente a quienes sufren trastornos mentales: “Esperamos que nuestra comprensión pueda ayudar a resolver las causas de esas enfermedades”.La trayectoria del director del Instituto Azrieli de Ciencias Neuronales y Cerebrales refleja este doble impulso: una búsqueda constante entre lo fundamental y lo aplicado. Formado en matemática, filosofía y neurobiología encarna una generación de científicos convencidos de que el futuro de la neurociencia requiere de mentes curiosas y rigurosas a la vez.
La mirada del neurocientífico del Instituto Weizmann sobre la fisiología cerebral pone el foco en el delicado equilibrio entre dos regiones clave: la amígdala y la corteza prefrontal.Paz explica que la amígdala procesa información sobre el contexto y los peligros del entorno, y su capacidad para convertir dichos estímulos en recuerdos explícitos es central para la supervivencia.
Entonces, la dinámica cerebral saludable depende del equilibrio entre ambos sistemas: la amígdala aporta la reacción emocional inmediata a contextos de peligro, mientras que la corteza prefrontal evalúa la realidad y pondera las respuestas posibles.
Normalmente, ambas colaboran para afrontar los desafíos del entorno: “El equilibrio entre ambas regiones está correcto cuando el cerebro responde adecuadamente al peligro. Pero en enfermedades como la ansiedad o el estrés postraumático, este equilibrio se pierde: la amígdala sobrerreacciona y la corteza prefrontal tiene menor actividad, lo que lleva a respuestas desadaptativas”.Para el profesor Paz, la interacción entre la inteligencia artificial (IA) y la neurociencia es uno de los campos más vibrantes y desafiantes de la ciencia moderna.
Desde su perspectiva, este vínculo opera en triple dirección: la IA como herramienta para desentrañar el cerebro, la inspiración que la propia neurobiología brinda a los algoritmos computacionales, y la posibilidad –nada lejana– de la interacción máquinas y mente humana para aplicaciones clínicas revolucionarias.Así, equipos mixtos de informática, neurobiología y matemática pueden identificar patrones que antes eran inaccesibles y descubrir nuevos códigos neuronales subyacentes al aprendizaje y la memoria tanto en condiciones saludables como patológicas.
Sin embargo, Paz enfatiza los límites actuales: “Hay muchas cosas que el cerebro hace muchísimo mejor que la inteligencia artificial. Esto hay que aclararlo”.
Finalmente, el profesor visualiza el futuro inmediato como una intersección creativa y audaz entre cerebro y computadoras.
En el territorio de la ciencia aplicada, el trabajo del profesor Paz apunta a transformar los hallazgos en herramientas concretas para diagnosticar y tratar trastornos como la ansiedad y el trastorno de estrés postraumático (TEPT).
El profesor es enfático al subrayar que hoy, gracias a décadas de avances, se ha logrado comprender los “distintos procesos en el cerebro” involucrados en estas condiciones, y la primera barrera que está por quebrarse es la capacidad de diagnóstico temprano.
Pero el entusiasmo no se agota en lograr el diagnóstico, que es el primer gran paso de ponerle “nombre y apellido” a una condición: la verdadera revolución se vislumbra en el desarrollo de aplicaciones capaces de modular en tiempo real la actividad cerebral.
Mirando más adelante, el profesor vislumbra el desafío de alcanzar una precisión aún mayor, capaz de intervenir “neurona por neurona”, como quien toca una melodía en el piano cerebral.
La experiencia de Rony Paz trabajando con equipos intergeneracionales le ha permitido observar de cerca los cambios que atraviesan la ciencia y quienes la hacen. “Veo muchos estudiantes y creo que hay algo que es común en todos los buenos científicos, ya sean jóvenes o no, es la curiosidad. El dejarse sorprender por la complejidad del cerebro, tratar de entender cómo funciona. Para mí, es lo más importante”.
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