7 de febrero de 2025
La vida del dueño de la primera Ferrari de cuatro puertas que llegó a Argentina: “No sabía cómo, pero sabía que iba a ser millonario”
Héctor Laca nació en el seno de una familia humilde de Entre Ríos, no terminó el secundario, a los 45 años llegó a Córdoba con 2.500 dólares prestados y una idea. Hoy su empresa de fertilizantes tiene más de 200 empleados y 85 camionetas recorriendo el país. Su historia de superación y cómo se empecinó con una Ferrari Purosangue: “La pagué más cara porque la quise roja”
Sin bien la frase la soltó con naturalidad, detrás de ella hay una historia que empezó mucho antes de su éxito. De chico, mientras sus hermanos trabajaban la tierra sin cuestionarse nada, él soñaba despierto. “Me acuerdo de estar en el campo, mirando al horizonte, pensando: ‘Yo no voy a quedarme acá. Yo tengo que salir’. Y a los 13 años, luego de pelearme con mi madre, me fui a vivir a Villa Elisa, donde conocí a mi actual mujer, una ex reina de la belleza del pueblo”, detalló.
Fue empleado en varias empresas y logró acomodarse económicamente cuando lo contrataron para trabajar en la represa de Salto Grande, donde cobraba en dólares. “Ganaba muy bien, pero me aburría. Quería emprender, pero no sabía en qué. Lo que sí sabía era que Córdoba era el centro del país y que ahí tenía que estar”, afirmó con convicción.
El campo le había enseñado que el futuro estaba en la agricultura, pero había que modernizarla. Ahí encontró su nicho. “El productor era gente grande, con poca formación. Tenía que ofrecerles algo innovador”, recordó sobre los inicios de su empresa de fertilizantes, que con el tiempo competiría con las multinacionales.
En sus primeros años, él lo hacía todo: “Era gerente, pegaba etiquetas, cargaba camiones. Trabajaba 18 horas al día”. Pero después, con el crecimiento exponencial de las ventas y la ampliación de la cartera de clientes tuvo que empezar a delegar y a contratar gente. “Me tenía mucha fe. Sabía que esto iba a despegar”, remarcó con convicción. Y no se equivocó. Hoy su empresa, llamada Facyt, exporta a Uruguay, Paraguay y Bolivia, tiene más de 200 empleados y 85 camionetas recorriendo el país.“Mi hijo es vicepresidente, mi hija maneja Recursos Humanos y mi nieto ya está en compras”, detalló sobre los cargos que ocupa cada uno. Dos de sus otros nietos están estudiando en Estados Unidos y la idea es que todos cuenten con la formación necesaria para que continúen en el legado familiar.
Su esposa también trabajó a su lado, hasta que un golpe familiar la alejó del mundo empresarial. “Era muy pegada a su padre y cuando él murió, se vino abajo. Se jubiló y ahora lee mucho, tiene un grupo de mujeres con quienes hace reuniones literarias”, contó.Cuando Héctor Laca no está pensando en fertilizantes, está detrás de dos grandes pasiones: la música y los autos de lujo. El empresario, que construyó su imperio desde la nada, encontró en estas dos aficiones un escape y una forma de expresión.Subirse a un escenario no le es ajeno. En las fiestas multitudinarias que organiza su empresa cada cuatro años, con miles de invitados y artistas reconocidos, él mismo se pone al frente del micrófono.
Sin embargo, no quedó muy conforme con su adquisición: “Era una porquería, incómoda, chiquita. Mi mujer me decía que no entraba ni una bolsa del súper”. Después, descubrió su verdadero amor sobre ruedas: Ferrari. “Empecé a seguir la Fórmula 1 y me volví fanático de la marca”.
El año pasado, cuando Héctor estaba de vacaciones en Miami, vio el modelo perfecto para compensar la mala experiencia que había tenía con Mercedes: una Ferrari Purosangue, el primer modelo de cuatro puertas de producción en serie de la marca, y además, con silueta SUV.Apenas volvió de Estados Unidos, se puso en contacto con un importador multimarca para cerrar todos los detalles de la compra y la llegada de la Ferrari a la Argentina. La personalizó a su gusto: roja, con tapizado color guinda y detalles en fibra de carbono. “Ferrari es Ferrari. Tenía que ser roja”, enfatizó ya que ese modelo venía en color gris, blanco y negro.
“Comprar una Ferrari no es como comprar cualquier otro auto. No hay un concesionario con stock esperando al cliente. Cada Ferrari se fabrica a medida, con cada detalle elegido por el comprador. Y yo quise que la mía fuera única”, admitió al explicar cómo funcionaba el proceso: “Vos elegís todo. Color, tapizados, terminaciones, hasta los materiales de los guardabarros”.También le ofrecieron personalizar los asientos con su nombre o iniciales. Ahí, se tentó con la idea de grabar en el respaldo la palabra “Nietito”, como lo llaman sus amigos.
Pero cuando llamó para hacer el cambio, le dieron una noticia que lo hizo desistir: “Me dijeron que si cambiaba algo en la personalización, tenía que esperar seis meses más. Y esa demora no estaba en mis planes”.Hoy la Ferrari está guardada en su cochera, junto con su Porsche Panamera. Y a diferencia de lo que muchos creen, le da el uso cotidiano que le daría a cualquier auto. “La uso para ir a la fábrica, para hacer mandados o ir a tomar un café con mi mujer”, se sinceró.
El próximo año, la empresa que lo convirtió en multimillonario cumplirá 30 años y, lejos de pensar en su jubilación, tiene planificado abrir una nueva fábrica con una inversión de ocho millones de dólares. “Vamos a producir un fertilizante revolucionario. Con 20 kilos por hectárea, hace lo mismo que los otros con 200 kilos”, adelantó su producto estrella
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