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3 de noviembre de 2025

¿Es China versus Estados Unidos la versión actualizada de Behemot versus el Leviatán?

Ambos países parecen iniciar un proceso de negociación geopolítica, a la vez política y económica, donde a propósito de los aranceles se crearán normas que reemplacen a las certidumbres que están desapareciendo en el comercio internacional

>Behemot es una gigantesca bestia bíblica del Libro de Job, mencionada solo una vez. Es un monstruo que existiría desde los orígenes de la creación, y solo puede ser destruido por Dios.  Su rival es el Leviatán, quien para otros es realmente su complemento. Si Behemot es de tierra, Leviatán es de mar. De manera metafórica, ambos son todavía usados en contextos no religiosos para referir entidades en extremo gigantescas y poderosas.

EE. UU. y China parecen estar iniciando un proceso de negociación geopolítica, a la vez política y economica, donde a propósito de los aranceles se crearán normas que reemplacen a las certidumbres que están desapareciendo en el comercio internacional. Dado el poder de ambos, sin duda, el mundo entero terminará aceptando y adaptándose. Es un proceso que no tiene un resultado garantizado, pero que, por su dificultad, de tener éxito esta primera negociación general, como iguales, entre dos colosos, lo que se acuerde va a representar las nuevas reglas para el mundo entero.     

En efecto, la reunión entre Donald Trump y Xi Jinping es sin duda alguna la más importante en lo que lleva transcurrido este año 2025, y como no se habían reunido desde el 2019, tuvo efecto inmediato en la reducción de tensiones, en el comportamiento de los mercados, y quizás, aun mas importante, en que cayó el precio del oro, ese tradicional refugio cuando hay olor a empeoramiento.

También se preparó con el cuidado que antes merecían este tipo de reuniones. Primero, se contactaron los equipos técnicos que separaron lo que era posible de concordar de lo que simplemente no lo era, y postergaron para más adelante aquello en que había discrepancia. Después, en Kuala Lumpur, Malasia se reunieron el secretario del Tesoro de EE. UU. Scott Bessent y el representante de Comercio Internacional de China Li Chenggang el Domingo previo a la cumbre, en lo que era la quinta ronda desde abril, tras la última reunión en Madrid, para acordar que la guerra comercial entre ambas potencias se trasformaba en simple batalla, ya que las intensas reuniones produjeron humo blanco, en el sentido que EE. UU. no aplicaría la última alza de 100% en los aranceles anunciada por el presidente Trump, mientras que China aceptaba reactivar las importaciones de soja y suspendía por un año las limitaciones a las exportaciones de minerales, toda vez que el tema de las tierras raras era la condición más importante fijada por Washington para que la cumbre tuviera lugar.

Por su parte, dos jornadas después, EE. UU. y China reactivaban el diálogo diplomático a días del encuentro entre los máximos lideres, ya que los cancilleres Marco Rubio y Wang Yi mantuvieron una conversación telefónica para convenir encontrarse a mitad de camino de una y otra posición, como también que con posterioridad se seguiría avanzando en los pasos siguientes.

En todo caso, el resultado logrado, iniciar por vez primera un verdadero proceso general de negociación, es algo que se debe valorar en todo su significado de abrir una nueva etapa, cuyo resultado no está de ningún modo garantizado, toda vez que otras treguas se han desmoronado, tanto este año como el anterior 2024, debido a la desconfianza mutua de las intenciones del otro, hoy predominante entre quienes toman decisiones en ambas capitales. De hecho, el último gran acuerdo firmado entre ambos lideres fue un acuerdo comercial de los llamados de “primera fase” en 2020, pero recientemente la Oficina del Representante Comercial de Estados Unidos anunció una investigación sobre lo que serían incumplimientos chinos.

Este es el inicio de lo que parece ser una verdadera negociación entre iguales, que por su magnitud por vez primera tiene lugar entre ambas potencias, y ello es así, porque cuando se inició en 1972 esta relación con la visita que la dupla Nixon-Kissinger hizo a la contraparte de Mao y Zhou Enlai, predominaron exclusivamente las razones geopolíticas, ya que lo que a EE. UU. le interesaba era que después del caos autoprovocado por la Revolución Cultural, China no cayera en manos de la entonces poderosa Unión Soviética y como incentivo, a China le fue ofrecida su integración al mercado mundial.

Hoy China se ha preparado para disputar palmo a palmo el cetro de la superpotencia del siglo XXI, y sabemos con seguridad que esa es su meta, no solo porque estimo que existe una fecha para su proclamación, que sería el 1 de octubre de 2049 al cumplirse el primer centenario del establecimiento de la República Popular por Mao, sino también porque los libros de historia muestran que está imitando paso a paso lo que EE. UU. le hiciera al imperio británico en el siglo XX para destronarlo, incluyendo el fortalecimiento de las FF.AA. partiendo por la Marina, la inversión en minerales estratégicos y la infraestructura a través del mundo, entre otras acciones. Todavía le falta, pero en las últimas décadas la distancia se ha reducido, año a año, todos los años.  

En la actual modificación de los acuerdos post segunda guerra mundial que está impulsando la Casa Blanca, figura en forma prominente la revisión de las reglas que presidían el comercio internacional y que tan favorables han resultado para China. Es decir, EE. UU. está penetrando en un ambiente que permaneció sin mayores modificaciones a pesar de la desaparición de la URSS, ya que, a diferencia de China, lo suyo fue poder militar y dominación politica, pero fue un actor marginal en la economía internacional.

Ello ha funcionado por ejemplo con Europa donde la nomenclatura que dirige la Unión Europea aceptó rápidamente lo solicitado por Trump, pero no China, quien se ha ganado la negociación que ahora ha sido legitimada, toda vez que ha resistido con éxito la contención que se le quiso imponer a imagen y semejanza de lo que se hiciera con la URSS, pero la diferencia fue marcada por el poder económico de China, y lo que ya demostrara la pandemia, su rol en la cadena de suministro.  

Es así como China no solo resistió la imposición de sanciones, sino que apareció con las propias, demostrando tener algo que caracterizó a EE. UU. en su proceso de conversión en superpotencia, por ejemplo, lo que se acaba de reconocer, el poder chino de compra, medible en el caso de la soya, y la posibilidad de chantajear al mundo entero con su virtual monopolio de las tierras raras, vitales para las nuevas tecnologías como también para el armamento más avanzado.

Es, creo yo, donde se están equivocando muchos economistas que están criticando decisiones de Washington, donde además de subestimar el atractivo del mercado estadounidense, fracasan en su entendimiento de la existencia de un componente de seguridad nacional que existe para efectos de mantener la fortaleza del dólar, como elemento clave para el poder internacional de la que es todavía una superpotencia, que está invirtiendo fuertemente en la utilización de modernas plantas de energía nuclear después de abandonar este camino hace años, por la necesidad de tener pronto mucha energía limpia para los efectos de la IA, tanto que hasta Bill Gates sorprendió al cambiar de opinión repentinamente en el tema, debido a que Microsoft aspira a ser actor importante en esta nueva tecnología.  

Si se logra un acuerdo en esta negociación, seremos testigos de una división geopolítica del mundo equivalente a la del siglo pasado, solo que esta vez también se configura el reparto de áreas de influencia en la forma de una nueva división del trabajo, donde al igual que lo anterior, de aquí van a salir las nuevas normas internacionales de reemplazo a las que están desapareciendo. La razón tiene que ver que, por la fuerza económica de ambas potencias, todo el resto de las naciones deberá acomodarse a una nueva realidad.  

A mi juicio, la ventaja sigue siendo de EE. UU., ya que depende menos del comercio internacional y del mercado del otro país, a diferencia de China, donde la exportación sigue siendo base no solo de su crecimiento, sino también de como el mejoramiento de la calidad de vida de su población mantiene el pacto social a su interior, además que la fortaleza del dólar marca una diferencia, ya que la moneda china simplemente no es ni ha sido un factor de intercambio económico, como también China no es una potencia financiera a diferencia de serlo en lo industrial.

De partida, lo que está haciendo EE. UU. tomará tiempo ya que todos los proyectos mineros son de largo plazo, además que el propio proceso de producción de tierras raras es muy contaminante, por lo que seguramente habrá reclamos medioambientales, tanto que varias empresas occidentales envían sus materiales para que sean procesados en China. Por lo que, de seguro, las urgencias geopolíticas deberán modificar aspectos de la legislación verde que hoy predomina en occidente.  

Este apretón de manos entre Trump y Xi Jinping marca quizás el fin de una guerra comercial a todo evento y el inicio de una guerra distinta, una de posiciones. China cedió, pero se ganó un lugar, el de ser considerada un igual, lo que no era seguro al inicio.

Demuestra también cuánta razón tuvieron Kissinger y Zhou Enlai al postergar el tema de Taiwán por décadas, idealmente hasta el siglo siguiente se escribe en las memorias del primero, ya que predominó la ambigüedad y la sutileza. En sus declaraciones posteriores a la reunión, Trump fue más locuaz que Xi, quien, sin embargo, comparó la relación de China y EE. UU. con un “buque de alta mar” donde se debía “mantener el rumbo correcto”. Sin embargo, no aclaró si pensaba en un crucero o un portaaviones.

Si uno revisa el que sigue siendo un texto útil para entender a China y su historia, el libro On China (Henry Kissinger, Penguin, 608 pp., 2011) muestra que no han abundado esos gobernantes en su historia, como también es difícil que surja hoy en EE. UU. ya que la polarización impide acuerdos bipartidistas, y el sesgo de confirmación del “nosotros” contra “ellos” es ayudado por algoritmos, que en ambos confirman prejuicios y toda idea distinta a nuestra tribu es vista como amenaza.

@israelzipper

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